Capítulo XI El pergamino número cuatro

Capítulo XI El pergamino número cuatro

Hoy el milagro más grande de la naturaleza.

Desde el comienzo del mundo, nunca ha existido otro con mi mente, mi corazón, mis ojos, mis oídos, mis manos, mi cabello, mi boca. Nadie ha podido, ni puede ni podrá caminar y andar y moverse y pensar exactamente como yo. Todos los hombres son hermanos míos y sin embargo soy diferente de cada uno de ellos. Soy una criatura única.

Soy el milagro más grande de la naturaleza.

Aunque figuro en el reino animal, lo animal solo no me satisfará. Dentro de mí arde una llama que ha pasado a través de incontables generaciones, y su calor constituye un constante incentivo para mi espíritu de ser mejor de lo que soy y lo seré. Avivaré esta llama de la disconformidad y proclamaré mi singularidad ante el mundo.

Nadie puede manejar el pincel ni el cincel como yo; nadie puede imitar exactamente mi caligrafía; nadie podrá engendrar a mi hijo y en realidad nadie tiene la habilidad de vender exactamente como yo. De aquí en adelante, me aprovecharé de esta diferencia puesto que es un factor que debo promover hasta lo sumo.

Soy el milagro más grande de la naturaleza.

No haré más intentos vanos de imitar a otros. En cambio exhibiré mi singularidad en el mercado. La proclamaré, sí la venderé. Comenzaré ahora a acentuar mis diferencias; a ocultar mis similitudes. Así también aplicaré este principio a las mercancías que vendo.
Un vendedor y su mercancía, diferente de todos los demás, y orgulloso de la diferencia.

Soy un ser único de la naturaleza.

Soy una cosa rara, y existe valor en todo lo raro; por lo tanto soy de valor. Soy el resultado de miles de años de progreso; por lo tanto estoy mejor equipado, tanto mental como corporalmente, que todos los emperadores y sabios que me precedieron.

Pero mi habilidad, mi mente, mi corazón y mi cuerpo se estancarán, se corromperán y morirán a menos que les dé buen uso. Tengo un potencial ilimitado. Empleo solo una pequeña porción de mi cerebro; ejercito solo una ínfima porción de mis músculos.

Puedo mejorar en un ciento por ciento más mis éxitos de ayer, y esto haré, a comenzar desde hoy.

Nunca jamás quedaré satisfecho con los éxitos del ayer, ni me entregaré tampoco a la alabanza personal por hechos que en realidad son demasiado pequeños para aún ser reconocidos. Puedo realizar mucho más de lo que he realizado y lo haré, porque ¿por qué razón el milagro que me produjo debe terminar con mi nacimiento? ¿Por qué no puedo extender ese milagro a mis hechos de hoy?

Soy el milagro más grande de la naturaleza.

No estoy de casualidad en esta tierra. Estoy aquí con un propósito, y ese propósito es crecer hasta convertirme en montaña, y no encogerme hasta parecer un grano de arena.
De aquí en adelante concentraré todos mis esfuerzos a transformarme en la montaña más elevada de todas, y exigiré a mi potencial hasta que me pida tregua.

Acrecentaré mis conocimientos de la humanidad, de mí mismo, y de las me rcancías que venda, de manera que mis ventas se multiplicarán. Practicaré y mejoraré y puliré las palabras que pronuncio para vender mis mercancías, porque éste es el cimiento sobre el cual edificaré mi carrera y nunca me olvidaré que muchos han alcanzado grandes riquezas y éxito mediante un solo discurso de ventas pronunciado con excelencia.

Asimismo procuraré constantemente mejorar mis modales y atractivos, puesto que son el azúcar hacia la cual todos son atraídos.

Soy el milagro más grande de la naturaleza.

Concentraré todas mis energías a hacer frente al desafío del momento, y mis actos contribuirán a que me olvide de todo lo demás. Los problemas de mi casa los dejaré en casa. No pensaré en mi familia cuando estoy en el mercado, porque esto ensombrecerá mis pensamientos. De igual manera los problemas inherentes al mercado serán dejados en el mercado y no pensaré en mi profesión cuando estoy en mi casa, puesto que esto apagará mi amor.

No hay lugar en el mercado para mi familia, ni hay lugar tampoco en mi casa para el mercado. Divorciaré al uno del otro y de esta manera permaneceré unido a ambos.
Deben permanecer separados o morirá mi carrera. Esta es la paradoja de los siglos.

Soy el milagro más grande de la naturaleza.

Se me han dado ojos para que vea y una mente para que piense y ahora sé un gran secreto de la vida porque percibo por fin que todos mis problemas, mis desánimos y sufrimientos son en realidad grandes oportunidades veladas. Nunca me engañaré por el disfraz que lleven, porque mis ojos están abiertos.

Miraré más allá del disfraz y no seré engañado.

Soy el milagro más grande de la naturaleza.

Ni las bestias, ni las plantas, ni el viento, ni la lluvia, ni las rocas, ni los lagos tuvieron el mismo comienzo que yo, porque fui concebido con amor y traído a este mundo con un propósito. En el pasado no consideré esta verdad, pero desde ahora en adelante le dará forma a mi vida y la guiará.

Soy el milagro más grande de la naturaleza.

Y la naturaleza no conoce derrota. Con el tiempo, emerge victoriosa, y así lo haré yo, y con cada victoria la próxima lucha no será tan difícil.

Venceré, y me convertiré en un gran vendedor, puesto que soy único, singular.

Soy el milagro más grande de la naturaleza.


C. X -El pergamino número tres

Capítulo X
El pergamino número tres

Persistiré hasta alcanzar el éxito.

En el Oriente los toros jóvenes son puestos a prueba en cierta forma para la corrida en la
plaza. Estos toros son traídos a la plaza y se les deja atacar al picador que los pica con
una lanza. La bravura de cada toro se calcula entonces con cuidado, según las veces que
demostró su disposición de embestir a pesar de la picadura de la lanza. De aquí en
adelante reconoceré que todos los días la vida me pone a prueba en igual forma. Si
persisto, si sigo probando, si continúo embistiendo alcanzaré el éxito.

Persistiré hasta alcanzar el éxito.

En este mundo no nací en derrota, ni el fracaso corre por mis venas. No soy una oveja
que espera ser aguijoneada por el pastor. Soy un león y me niego a hablar, a caminar o a
dormir con las ovejas. Me abstendré de escuchar a aquellos que lloran y se quejan,
porque la enfermedad es contagiosa.

Que ellos se unan a las ovejas.

El matadero del fracaso no es mi destino.

Persistiré hasta alcanzar el éxito.

Los premios de la vida se encuentran al fin de cada jornada, y no cerca del comienzo, y
no me corresponde a mí saber cuántos pasos son necesarios a fin de alcanzar mi meta.
Puede aún sobrecogerme el fracaso al dar mi milésimo paso, y sin embargo quizá el
éxito se oculte detrás del siguiente recodo del camino. Jamás sabré cuan cerca estoy del
éxito a menos que doble la curva.

Siempre daré un paso más.

Si ése no es suficiente daré otro y aún otro.

En realidad, un paso por vez no es muy difícil.

Persistiré hasta alcanzar el éxito.

De aquí en adelante consideraré el esfuerzo de cada día como un golpe de la hoja del
hacha contra un poderoso roble. El primer golpe quizá ni cause temblor en el árbol, ni el
segundo ni el tercero. Cada golpe en sí mismo quizá sea insignificante y al parecer sin
consecuencia. Y sin embargo como resultado de golpes endebles, el roble finalmente se
tumbará. Y así será con mis esfuerzos de hoy.
Se me comparará con las gotas de lluvia que finalmente se llevan la montaña; la
hormiga que devora al tigre; la estrella que ilumina la tierra; el esclavo que construye
una pirámide. Edificaré mi castillo usando un ladrillo por vez porque yo sé que los
pequeños intentos, repetidos, completarán cualquier empresa.

Persistiré hasta alcanzar el éxito.

Jamás aceptaré la derrota y borraré de mi vocabulario palabras o frases como abandono,
no puedo, imposible, irrealizable, improbable, fracaso, impráctico, sin esperanzas y
retirada; porque son palabras de necios. Huiré de la desesperación, pero si esta
enfermedad de la mente me atacara, seguiría trabajando en medio de la desesperación.
Trabajaré y aguantaré. Pasaré por alto los obstáculos que se yerguen a mis pies, y
mantendré los ojos fijos en las metas por encima de mi cabeza, porque sé que donde
termina el árido desierto, crece la verde vegetación.

Persistiré hasta alcanzar el éxito.

Recordaré la antiquísima ley de los promedios y la adaptaré para mi beneficio.
Persistiré con la convicción de que cada vez que fracase en una venta, aumentarán las
posibilidades de éxito en la tentativa siguiente. Toda vez que escuche un no, me
aproximará al sonido de un sí. Toda vez que me encuentre con una mirada de
desaprobación recordaré que sólo me prepara para la sonrisa que hallaré después. Cada
desventura que me sobrevenga contendrá en sí la semilla de la buena suerte del mañana.

Debo contemplar la noche para apreciar el día.

Debo fracasar con frecuencia para tener éxito una sola vez.

Persistiré hasta alcanzar el éxito.

Persistiré, persistiré y persistiré de nuevo. Cada obstáculo que se me presente, lo
consideraré como un mero rodeo en el camino que me lleva a la meta, y un desafío a mi
profesión. Persistiré y desarrollaré mis habilidades como el marino desarrolla las suyas,
aprendiendo a dominar la furia de cada tormenta.

Persistiré hasta alcanzar el éxito.

De aquí en adelante, aprenderé y aplicaré otro secreto de aquellos que sobresalen en su
trabajo. Cuando haya terminado el día, sin tener en cuenta si ha sido un éxito o fracaso,
procuraré realizar una venta más. Cuando mis pensamientos inviten a mi cansado
cuerpo a retornar a la casa, resistiré la tentación de hacerlo. Trataré de realizar una venta
más. Haré un intento más de cerrar el día con una victoria, y si ese intento fracasa haré
otro. No permitiré jamás que ningún día termine en fracaso. De esta manera plantaré la
semilla del éxito del mañana y lograré una ventaja insuperable sobre aquellos que cesan
de trabajar a una hora proscripta. Cuando otros ponen fin a la lucha, la mía habrá
comenzado, y mi cosecha será amplia.

Persistiré hasta alcanzar el éxito.

Ni permitiré tampoco que los éxitos del ayer me hagan caer en el sopor de la
complacencia del hoy, puesto que ésta es el gran fundamento del fracaso. Me olvidaré
de los acontecimientos del día que ha pasado, ya fuesen buenos o malos, y saludaré el
nuevo día con confianza de que éste será el mejor día de mi vida.
Mientras haya hálito en mí, persistiré. Porque ahora sé uno de los grandes principios del
éxito; si persisto lo suficiente alcanzaré la victoria. Persistiré, alcanzaré la victoria.

IX - El pergamino número dos

Capítulo IX
El pergamino número dos
Saludaré este día con amor en mi corazón. Porque éste es el secreto más grande del éxito en todas las empresas. La fuerza muscular podrá partir un escudo y aún destruir la vida, pero sólo el poder invisible del amor puede abrir el corazón del hombre, y hasta que no domine este arte no seré más que un mercachifle en el mercado. Haré del amor mi arma más poderosa y nadie a quien yo visite podrá defenderse de su fuerza.
Podrán contradecir mi razonamiento; podrán desconfiar de mis discursos; podrán desaprobar mi manera de vestir; podrán rechazar mi rostro; y hasta podrán sospechar de mis ofertas especiales; y sin embargo mi amor les derretirá el corazón, a igual que el sol cuyos rayos entibian la más fría arcilla.

Saludaré este día con amor en mi corazón.

¿Y cómo lo haré? De aquí en adelante contemplaré todas las cosas con amor y naceré de nuevo. Amaré al sol porque me calienta los huesos; pero también amaré la lluvia porque purifica mi espíritu. Amaré la luz porque me señala el camino; pero también amaré la
oscuridad porque me enseña las estrellas. Acogeré la felicidad porque engrandece mi corazón; pero también soportaré la tristeza porque descubre mi alma. Reconoceré la recompensa porque constituye mi pago; pero también daré acogida a los obstáculos porque constituyen para mí un desafío.

Saludaré este día con amor en mi corazón.

¿Y cómo hablaré? Elogiaré a mis enemigos y se convertirán en amigos míos. Animaré a mis amigos y se volverán mis hermanos. Ahondaré siempre en busca de razones para elogiar; nunca me allanaré a buscar excusas para el chisme. Cuando sienta la tentación de criticar, me morderé la lengua; cuando me sienta inspirado a elogiar, lo proclamaré a los cuatro vientos.
¿No sucede que los pájaros, el viento, el mar y la naturaleza toda hablan con la música de la alabanza para su creador? ¿No puedo acaso hablar con la misma música a sus hijos? De aquí en adelante recordaré este secreto que cambiará mi vida.

Saludaré este día con amor en mi corazón.

¿Y cómo procederé? Amaré a todas las clases de hombres porque cada uno tiene cualidades dignas de ser admiradas aunque quizá estén ocultas. Derribaré la muralla de sospecha y de odio que han construido alrededor de sus corazones, y en su lugar edificaré puentes para llegar por ellos a sus almas.
Amaré al que tiene ambiciones porque podrá inspirarme; amaré a los que han fracasado porque pueden enseñarme. Amaré a los reyes porque son solo humanos; amaré a los humildes porque son divinos. Amaré a los ricos porque sufren la soledad; amaré a los
pobres porque son tantos. Amaré a los jóvenes por la fe a que se aferran; amaré a los ancianos por la, sabiduría que comparten. Amaré a los hermosos por sus ojos de
tristeza; amaré a los feos por sus almas saturadas de paz.

Saludaré este día con amor en mi corazón.

¿Pero cómo reaccionaré ante la conducta de los demás? Con amor. Porque así como el amor es el arma con la que me propongo abrir el corazón del hombre, el amor es también mi escudo para resistir los dardos de odio y las lanzas de ira. La adversidad y el desánimo azotarán cual huracán mi nuevo escudo, hasta quedar finalmente reducidos a fina lluvia. Mi escudo me protegerá en el mercado, me sostendrá cuando estoy solo. Me estimulará en momentos de desánimo, pero también me calmará en épocas de gozoso transporte. Con el uso se fortalecerá y me protegerá cada vez más, hasta que un día lo pondré a un lado y caminaré sin estorbos entre todos los hombres, y cuando lo haga, mi
nombre será enarbolado bien alto en la pirámide de la vida.

Saludaré este día con amor en mi corazón.

¿Y cómo me enfrentaré con las personas con quienes me encuentro? De una sola manera. En silencio y en mi fuero interno me dirigiré a él y le diré que le amo. Aunque dichas en silencio estas palabras se reflejarán en mis ojos, serenarán mi frente, harán que una sonrisa se asome a mis labios, y harán eco en mi voz; y su corazón se abrirá. ¿Y quién es aquel que se negará a comprar mis mercancías cuando en su corazón sienta mi amor?

Saludaré este día con amor en mi corazón.

Y principalmente me amaré a mí mismo. Porque cuando lo hago, vigilaré celosamente todo lo que entra en mi cuerpo, mi mente, mi alma y mi corazón. Nunca jamás mimaré los apetitos de la carne, sino que más bien trataré mi cuerpo con limpieza y moderación.
Nunca permitiré que mi mente sea atraída por el mal y la desesperación, sino que más bien la estimularé con los conocimientos y la sabiduría de los siglos. Nunca le permitiré a mi alma que se vuelva complaciente y satisfecha; por el contrario la alimentaré con la meditación y la oración. No permitiré nunca que mi corazón se empequeñezca o se amargue; sino más bien lo compartiré y crecerá y alegrará la tierra.

Saludaré este día con amor en mi corazón.

De aquí en adelante amaré a toda la humanidad. Desde este momento todo el odio ha sido extraído de mis venas porque no tengo tiempo para odiar, sólo tengo tiempo para amar. Desde este momento doy el primer paso requerido para convertirme en un hombre entre los hombres. Con amor aumentaré mis ventas en un ciento por ciento y me convertiré en un gran vendedor. Aunque no posea otras cualidades, puedo alcanzar el
éxito con el amor solo. Sin el amor fracasaré aunque posea todos los conocimientos y habilidades del mundo.

Saludaré este día con amor, y tendré éxito.